A través de estos encuentros de oración misionera, tomamos conciencia de que la misión es de Dios, y lo que anunciamos a otros pueblos y culturas es el proyecto de Dios; es su Plan y no el nuestro. Si nos olvidáramos de la dimensión contemplativa en nuestra vida misionera, correríamos el riesgo de realizar una evangelización basada en nuestros intereses particulares.
Agradecemos la cálida acogida de las comunidades de religiosas contemplativas a esta actividad, ofreciendo el espacio de recogimiento que brindan los monasterios, el tiempo y la atención a las necesidades que van surgiendo, y, sobre todo, su constante interés y su oración por los misioneros.